El ocaso del buscador: ¿puede la IA generativa sustituir a Google?

 






El ocaso del buscador: ¿puede la IA generativa sustituir a Google?

En apenas dos años, herramientas de inteligencia artificial generativa como ChatGPT, Claude o Gemini han transformado radicalmente la forma en que millones de personas acceden a la información. Lo que antes suponía escribir una consulta en un buscador tradicional y navegar por múltiples enlaces, ahora se reduce a una sola interacción conversacional que ofrece respuestas directas, resumidas y personalizadas. Este cambio no solo tiene implicaciones tecnológicas: plantea profundas consecuencias jurídicas, económicas y sociales.

 

De buscadores a asistentes inteligentes

Históricamente, Google ha sido el acceso principal al conocimiento digital. Su modelo económico se basa en ofrecer enlaces relevantes a contenidos creados por terceros, generando ingresos mediante publicidad asociada a esos clics. Pero la irrupción de la IA generativa rompe esa lógica: el usuario ya no necesita “clicar” nada. Recibe la respuesta directamente. En otras palabras: la IA se nutre de los contenidos de la web... sin redirigir al usuario a esas fuentes.

 

Esto afecta de forma directa a medios de comunicación, blogs especializados y páginas educativas, cuya existencia y financiación dependen del tráfico web. Si el usuario no entra en sus sitios, no hay impresiones publicitarias, suscripciones ni monetización. La IA, aunque eficaz, se convierte así en un filtro opaco que puede dejar sin visibilidad —y sin ingresos— a quienes crean contenido verificado.

 

Riesgos jurídicos emergentes

Desde la perspectiva jurídica, este fenómeno plantea varias cuestiones clave:

 

Derechos de autor y uso justo: ¿es legítimo que una IA utilice contenidos protegidos por copyright para generar respuestas, sin atribución ni licencia?

 

Responsabilidad por errores o sesgos: si una IA responde de forma errónea y perjudica al usuario, ¿quién responde? ¿el desarrollador? ¿la plataforma? ¿el usuario por confiar?

 

Privacidad y trazabilidad: los modelos de IA no siempre indican de dónde obtienen la información. Esto plantea dudas sobre la transparencia informativa y el derecho del usuario a conocer el origen de los datos.

 

Desplazamiento del modelo publicitario: si los motores de búsqueda pierden su papel central, todo el sistema jurídico que regula la publicidad digital (cookies, consentimiento, perfiles de usuario) puede quedar obsoleto.

 

Impacto generacional y energético

Un dato revelador: el 82% de los jóvenes de la Generación Z ya acude directamente a asistentes de IA para buscar información. En cambio, solo el 45% de los mayores de 55 años hace lo mismo. Este relevo generacional muestra que el cambio es estructural, no coyuntural.

 

Sin embargo, no todo es eficiencia. Hacer una consulta en ChatGPT consume hasta 10 veces más energía que buscar en Google. La sostenibilidad de esta transición es un punto aún no resuelto, pero de creciente preocupación.

 

¿Qué puede hacer el Derecho ante esta disrupción?

El papel del Derecho no puede limitarse a observar pasivamente esta transformación. Entre las líneas de acción jurídica más urgentes destacan:

Reformular el marco de propiedad intelectual aplicable a la IA generativa.

Regular la transparencia algorítmica y el derecho a conocer el origen de la información.

Revisar el modelo fiscal de las grandes plataformas de IA, que se benefician de datos y contenidos ajenos sin redistribuir sus beneficios.

Garantizar el pluralismo informativo, estableciendo incentivos o mecanismos que aseguren la sostenibilidad de los medios digitales.

 

 

 

Santiago Carretero Sánchez

Profesor Titular de Filosofía del Derecho, Universidad Rey Juan Carlos

Abogado

 

<sub>Fuente: elEconomista.es, Revista Digital & IA, Nº 134, 18 de junio de 2025, pp. 3–6.

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