La huella hídrica digital: Inteligencia Artificial, consumo de agua y responsabilidad regulatoria
La huella hídrica digital: Inteligencia Artificial, consumo de agua y responsabilidad regulatoria
Por Santiago Carretero Sánchez, Profesor Titular de Filosofía del Derecho,
URJC
El debate sobre el impacto ambiental de la
inteligencia artificial ha cobrado relevancia jurídica y social, especialmente
en lo que respecta al uso de recursos naturales como el agua. A este respecto,
resultan particularmente iluminadoras las reflexiones de Adrián Nicieza,
experto en Inteligencia Artificial y operador homologado de calderas
industriales, recogidas en una reciente entrevista publicada el 11 de abril de
2025. Las ideas aquí expuestas se extraen de dicha entrevista, en la que el
autor desmonta con fundamento técnico los lugares comunes que circulan sobre el
supuesto despilfarro hídrico de los sistemas de IA.
Nicieza sostiene que toda actividad digital
conlleva un consumo de agua, no solo las consultas a ChatGPT. El gasto
hídrico se debe a la necesidad de refrigerar los centros de datos, práctica
común a toda infraestructura digital (redes sociales, motores de búsqueda,
correo electrónico, etc.). Desde esta óptica, invita a superar la visión
reduccionista que focaliza la crítica únicamente en la IA generativa.
Una de las afirmaciones más relevantes es que el
agua utilizada en estos procesos no desaparece, sino que en su mayoría
—hasta un 90 %— se reintegra al ciclo natural mediante la evaporación y
posterior condensación. Por tanto, refrigerar no es sinónimo de desperdiciar,
aunque advierte que el uso masivo en zonas de escasez puede tener efectos
redistributivos perjudiciales en el ecosistema hídrico local.
Desde un enfoque técnico-jurídico, el
especialista distingue entre sistemas de refrigeración abiertos, más
propensos a la evaporación, y sistemas cerrados, de menor impacto
ambiental. En ambos casos, insiste en la necesidad de tratamiento del agua
antes de devolverla al medio, lo que introduce una dimensión normativa clara: es
imprescindible contar con regulaciones que exijan dicho tratamiento y
restrinjan el uso en territorios vulnerables.
En clave ética, Nicieza denuncia la hipocresía
digital: se condena el gasto hídrico de la IA mientras se participa de
forma constante y acrítica en un ecosistema digital igualmente dependiente de
recursos. Su mensaje es claro: la crítica sin conocimiento técnico ni
coherencia práctica resulta estéril.
Adrián Nicieza pone de relieve una cuestión
urgente: el Derecho debe anticiparse y regular de forma racional el impacto
medioambiental de la infraestructura digital, incluyendo los sistemas de
IA. No se trata de alarmismo, sino de legislación informada. La elección de
ubicaciones con condiciones climáticas y hídricas adecuadas, el uso de
tecnologías de bajo impacto y el tratamiento de aguas deben ser objeto de una
planificación normativa estratégica, sustentada en principios de
precaución, sostenibilidad y equidad territorial. La sostenibilidad digital
no es una opción moral, sino una exigencia jurídica en la era de la
inteligencia artificial.
Comentarios
Publicar un comentario