Equilibrio entre norma, ética y rentabilidad en la era de la IA
Equilibrio entre norma, ética y rentabilidad en la era de la IA
Por Santiago Carretero Sánchez, Profesor Titular de Filosofía del Derecho, Abogado
La reciente publicación del artículo “Regulación, ética y negocio: el triángulo de la IA” en Cinco Días (4 de junio de 2025), firmado por Marcos Judel, presidente de la APEP, ofrece una excelente ocasión para reflexionar sobre el modelo europeo de gobernanza de la inteligencia artificial, en el que convergen exigencias normativas, principios éticos y expectativas económicas.
Con la aprobación definitiva del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial (AI Act), la Unión Europea ha consolidado un marco normativo pionero en el que se clasifica la IA en función de su nivel de riesgo. Esta tipología incluye desde sistemas prohibidos hasta aquellos de alto riesgo, estableciendo obligaciones técnicas, documentales y organizativas para desarrolladores, distribuidores y usuarios. Lejos de tratarse de un mero aparato sancionador, el Reglamento articula una arquitectura jurídica orientada a garantizar el respeto de los derechos fundamentales, especialmente ante aplicaciones capaces de influir en decisiones críticas como el empleo, el acceso al crédito o los servicios esenciales.
No obstante, la regulación —por sí sola— no asegura ni la competitividad ni la innovación. Como advertía Mario Draghi en su informe ante la Comisión Europea, el futuro digital de Europa requiere una convergencia estratégica entre seguridad jurídica y dinamismo empresarial. En este sentido, las startups y las pymes, a menudo más vulnerables frente a los costes del cumplimiento, deben asumir un papel proactivo si desean convertir la regulación en una ventaja competitiva basada en la confianza, la transparencia y la ética.
La IA no puede entenderse ya sin una adecuada gobernanza que integre criterios técnicos, normativos y éticos. La privacidad y la protección de datos no son elementos accesorios, sino vectores esenciales del ddesarrollo sostenible y confiable de la inteligencia artificial. Así lo evidencia el rol emergente de los delegados de protección de datos y los expertos en privacidad, llamados a liderar el diseño de modelos de IA que respeten los derechos y libertades fundamentales. El artículo de Judel acierta al subrayar que no se trata únicamente de cumplir con la ley, sino de anticiparse a sus exigencias y de construir una cultura empresarial en la que la legalidad, la ética y la rentabilidad no sean compartimentos estancos, sino dimensiones de una misma estrategia.
La inteligencia artificial europea, si aspira a ser competitiva en el plano global, deberá basarse en principios sólidos, no solo en eficiencia tecnológica. Convertir el cumplimiento en un valor reputacional, y la ética en una palanca de diferenciación, será clave para una IA realmente humana, transparente y legítima.
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